Seguidores

lunes, 27 de enero de 2014

La mitad de todo.

Fue mirarte y recordar lo que nunca olvidé.
Fueron tus ojos, tu manera de mirar, los que me hablaban. Los que me pedían confianza y tiempo para curar y cicatrizar.
Lloraban sin lágrimas mientras me decías que no querías otra cosa que no fuera volver a enamorarte de mi y ahí empezaron de nuevo mis dudas.
Pero las dudas, sólo era el reflejo de nuestra vida. Sentimientos ocultos, oportunidades desaprovechadas, celos, dudas, desconfianza y amor. Más amor del que se puede soportar. Más amor del que jamás haya tenido y, sinceramente, no creo que haya nadie capaz de amar tanto a una persona. Hablo de AMOR en mayúsculas, amor de todas las formas y maneras posibles, de amarse en todos los sitios y en todas las posturas... mirarnos ya era hacer el amor, querernos.
Nos amábamos a pesar de todo lo que habíamos pasado, a pesar de todo lo que nos habíamos dicho y hecho. Aún cuando nos odiábamos nos estábamos amando y enfadarnos era nuestra manera favorita de hacer el amor.
No nos hacía falta perdernos para saber lo que teníamos, pero nos perdíamos siempre. Yo me perdía en ella, ella se perdía en mi y las dos nos perdimos durante un tiempo con otras personas y aún me gusta pensar que a pesar de eso aún nos queremos.
Siempre estaba todo en nuestra contra, sobre todo el tiempo, que no conseguía ponernos de acuerdo. Primero me quieres tú y yo no, después te quiero yo y tú no. Y así siempre, amándonos a destiempo y queriéndonos a la vez.
Y a pesar del tiempo y de la gente aquí seguimos, luchando, las dos juntas, como siempre. Porque estando juntas nada más tiene sentido. Sólo nosotras.
Y así siempre, cada vez que me miras a los ojos y recuerdo lo que nunca olvidé.

¿Merece la pena?